Quizás hay algo en vos que quiere volver a bailar, algo que te recuerda el disfrute de moverte, de perderte en la música. Pero aparece el miedo. Es normal, especialmente de adultos, el miedo al "no me sale," al "no soy buena", "soy de madera". Sin embargo, ¿qué pasaría si hacemos memoria y lo llevamos a cómo era aprender cuando éramos chicas?
De chicas íbamos a lo nuevo sin esa mirada dura sobre nosotras mismas. Si alguna vez aprendiste a nadar, a andar en bici o a jugar al tenis, te pregunto: ¿la magia se dio en la primera clase? ¡Claro que no! Era práctica, paciencia y también reirnos cuando algo salía mal. No había un “no soy buena en esto” después de un solo intento, ni existía el peso de una mirada ajena juzgando.
¿Qué cambió ahora? ¿Por qué, como adultas, sentimos que si no somos expertas de inmediato, tenemos que abandonar? Es como si nos hubiéramos olvidado que aprender lleva tiempo y que la frustración es una partecita, no el destino final. Y aprender a bailar, créeme, es una de las experiencias más increíbles que podés regalarte.
No te voy a mentir: el Dance es desafiante. Puede que al principio sientas que estás fuera de tu zona de confort, y que quieras evitar esos moves frente al espejo que parecen torpes. Pero cuando dejás de lado el miedo, cuando te entregás, redescubrís ese mismo fuego que de chica te hacía intentarlo una y otra vez. Bailar te regala un momento donde el mundo se apaga y el cuore se enciende, donde lo único que importa es cómo te sentís, no cómo te ves.
Bailar es más que moverse al ritmo. Es un espacio de libertad, de alegría, de conectar con vos misma. Así que, ¿por qué no darle una oportunidad ? Permitite aprender, permitite reírte de tus errores y disfrutá cada paso del camino. Porque bailar no es solo algo físico, es un acto de amor propio.
Hoy es un buen día para empezar. Hoy es un buen día para vos. ❤️